Trauma por Omisión

Muy interesante este artículo publicado por VIRGINIA GAWEL este tipo de trauma muchas veces pasa desapercibido 

Los dones del trauma silencioso

  Escuchando los aconteceres de tantas vidas al trabajar como terapeuta, mi mirada apuntó siempre a ver cómo activar los talentos emocionales que cada persona tiene para transformar el trauma en un recurso. Psicológicamente es como con las cicatrices del cuerpo: la piel es más gruesa y resistente allí donde se ha autorreparado a partir de una herida. Y existen heridas tan obvias, tan estruendosas, que no hay como ignorarlas cuando una persona describe su historia. Pero hoy quisiera mencionar otro tipo de herida: el trauma silencioso.

El trauma silencioso es aquél que quizás una persona, en primera instancia, no relataría como algo difícil que le sucedió. No es la muerte de un ser querido, una golpiza que le dieron cuando era niño, un accidente, una instancia de abuso sexual… Es eso que, si lo advirtiera, le sería inmensamente lacerante o enojoso… pero que ha quedado encubierto por la realidad cotidiana: se normalizó. Se volvió parte del escenario de los acontecimientos, más que un acontecimiento en sí.

Esto se conoce como trauma de omisión: se define como aquel tipo de situación repetitiva en la que no hay la comisión de un acto injurioso (es decir, no existe una instancia agresiva que haya sido cometida por nadie). Lo que ha dejado una cicatriz es “la ausencia de”: la ausencia de afecto, de soporte, de apoyo, de abrazo, de caricia, de contención emocional en un momento de miedo, de atención, de acompañamiento en situaciones de logro, de redes de seguridad cuando somos vulnerables…

La imagen es la del niño de cuatro años en cuya casa la regla es que “ya es grande y debe vestirse solo”, de manera que va con cualquier ropa al jardín, con el cabello mal peinado, sin que nadie siquiera lo mire antes de salir. O la imagen es la de la nena de seis que ha hecho un dibujo precioso, con todo tipo de brillos y colores, y al mostrárselo a su padre él repite su actitud de siempre: mientras lee, mira TV o habla con “un grande”, un gesto con la mano que significa, calladamente: “No molestes, estoy muy ocupado”. También la imagen es la de millones de niños que han resultado simplemente invisibles en sus casas, porque había demasiados problemas como para que se les tuviera en cuenta, o porque había una situación de duelo que absorbía toda la energía familiar, o porque, simplemente, para muchos padres ser niño es un error, y por lo tanto, hasta que se vuelvan adultos, lo mejor es que no molesten: que existan como niños de manutención emocional barata, pidiendo poco y recibiendo casi nada…

En este enlace el artículo completo:

http://www.sophiaonline.com.ar/columnistas/rescatar-los-dones-del-trauma-silencioso/

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